La realidad al descubierto con el COVID-19

Con el distanciamiento social por COVID-19 y el #QuedateEnCasa, hemos desarrollado nuevos hábitos y dejado otros que parecían imprescindibles.

En este contexto, las consecuencias económicas y de consumo muestran que algunas necesidades son más bien creadas o impuestas; a partir de estrategias publicitarias o de tendencias generadas. Hemos conocido más de la vida de nuestros vecinos tan solo con observar y escuchar; lo que antes era una rutina diaria, ahora, con tiempo disponible y un poco de curiosidad, nos permite reflexionar y apreciar lo que antes era imperceptible.

Todos hemos visto el impacto en la reducción de la actividad económica y el comportamiento de los consumidores. El turismo, los restaurantes y bares, cines, eventos y conciertos, son algunos de los más perjudicados; pero también por consecuencia, los servicios de transporte, de entretenimiento, gimnasios, entrenamientos deportivos, centros comerciales, etc.

Sin proponerlo, nos hemos dado cuenta de que muchos de nosotros podemos trabajar desde casa; hacer la despensa, y hasta encontrar nuevas formas para mantenernos en forma física y aprendiendo en línea. La reducción en la demanda de combustibles fósiles, si bien afecta de gran manera a la economía de nuestros países, nos han acercado de manera inesperada al cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible, contenidos en la agenda 2030 enunciada por parte de la ONU en 2015, al disminuir la contaminación y el consumo de productos plásticos. De acuerdo a IQAir, compañía global de tecnología e información en la calidad del aire, 7 de las 10 ciudades más contaminadas ha mejorado durante la pandemia.

El sector retail tradicional, en su forma presencial en plazas, y los grandes centros comerciales han disminuido su actividad; el consumidor a conveniencia de las medidas de prevención se ha dirigido hacia productos locales que están disponibles sin trasladarse  distancias lejanas, con mayores concentraciones de personas; esto ha atraído una reactivación de la microeconomía. Tan solo los pequeños comercios han visto incrementado sus ventas hasta en 18.6%, al menos durante marzo, de acuerdo a un reporte proporcionado por la Asociación Nacional de Abarroteros Mayoristas (ANAM). Sin embargo, también el comercio electrónico ha acelerado su crecimiento -especialistas indican que ha avanzado 2 años durante la pandemia-, el gran reto ha sido la logística: las entregas de los paquetes se han retrasado por el aumento en el número de envíos.

Dentro de todos estos cambios también hemos visto las caídas de las bolsas de valores, la reducción de vuelos afectados por las restricciones de viaje impuestas por algunos países. La caída en la compra de autos ha provocado el cierre de fábricas, así como lo que implica toda la cadena de proveedores de dicha industria.

Por supuesto que las materias primas también están en la misma dinámica; tanto el petróleo como sus derivados pasan por una crisis jamás esperada, cotizando en valores negativos dada la caída de su demanda, combinada con una sobre producción y la falta de medios de almacenamiento. Incluso el oro ha disminuido su valor, porque su uso en la industria electrónica se ha detenido por consecuencia de la pandemia.

Bajo todo este contexto, han surgido voces y pensamientos señalando que solamente este coronavirus ha descubierto las debilidades de nuestros sistemas productivos y sociales, en particular, de lo más interesante, es el manifiesto de un grupo de 170 académicos holandeses en relación hacía la evolución que recomiendan post COVID-19, para adaptarnos a los cambios y perseguir la sustentabilidad para el desarrollo de la humanidad en general.

Los 5 puntos del manifiesto señalan un cambio económico basado en el decrecimiento:

1) Pasar de una economía enfocada en el crecimiento del PIB, a diferenciar entre sectores que pueden crecer y requieren inversión (sectores públicos críticos, energías limpias, educación, salud) y sectores que deben decrecer radicalmente (petróleo, gas, minería, publicidad, etc.).

2) Construir una estructura económica basada en la redistribución. Que establece una renta básica universal, un sistema universal de servicios públicos, un fuerte impuesto a los ingresos, al lucro y la riqueza, horarios de trabajo reducidos y trabajos compartidos, y que reconoce los trabajos de cuidados.

3) Transformar la agricultura hacia una regenerativa. Basada en la conservación de la biodiversidad, sustentable y basada en producción local y vegetariana, además de condiciones de empleo y salarios agrícolas justos.

4) Reducir el consumo y los viajes. Con un drástico cambio de viajes lujosos y de consumo despilfarrador, a un consumo y viajes básicos, necesarios, sustentables y satisfactorios.

5) Cancelación de la deuda. Especialmente de trabajadores y poseedores de pequeños negocios, así como de países del Sur Global (tanto la deuda a países como a instituciones financieras internacionales)

Finalmente, lo más claro es que la pandemia por COVID-19 es una afectación mundial, que en la misma dimensión debe ser tratada y articulada; con una estrategia que trascienda fronteras. Planificar y ejectutar cambios que no solo nos ayudará a salir del escenario actual, sino que nos preparará hacia un futuro sostenible para todos; con la responsabilidad que tenemos de aprovechar todas las tecnologías y avances científicos con las que se cuentan.

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